jueves, 9 de agosto de 2012

Sombras


Quisiera que se vayan.
Quisiera que se alejen.
¡Fuera…! ¡Fuera…!
Quiero que se vayan estas sombras. Quiero que dejen de manchar la luz del sol que pudiera rodearme. Que un viento sople fuerte y se vayan.
En algún otro tiempo quizás sean bienvenidas, porque a veces limpian algún que otro momento de absurda alegría, o ciega alegría.
Porque un poco es así, estas tan enceguecido con alguna historia, alguna tonta ilusión de tarde primaveral que te tiene nublado de vista y te hace sentir rayos, destellos, chispas en el corazón, en el alma, vaya uno a saber dónde mas, juajuajuajua!
Pero eso es en otro momento, no en este particularmente, donde el negro pesa como un escombro de tormenta, o como un circulo oscuro en una hoja blanca, quizás como los ojos de alguien que va a trabajar sin dormir las ocho horas que, supone, deben dormirse para tener un sueño reparador. Ridículo, porque es una tontería pensar que de veinticuatro horas que tiene un día, podes dedicarle ocho a dormir, en esta vida moderna, llena de complicaciones.
Llena de complicaciones, como estas sombras que no me dejan respirar, que me dan palmadas y me susurran al oído: “estamos acá, estamos acá…”.
¡Fuera…!
¡Váyanse!
¡DEJENME SOLO!
No crezcan en nubes de tormentas, cargadas de electricidad y temporal, no sean vientos violadores ni ladrones fugaces, por favor, no sean así. Cuesta mucho reconstruirse. Joden mucho las catástrofes naturales, como también naturalmente nos pasa a nosotros.
Pero viste, cada vez aprendés más, y logras reconstruirte más rápido, o será que duelen menos las heridas a medida que vas creciendo. ¿Se curte la piel?
La mía la tiene clara, que ironía entre tanta sombra oscura, juajuajuajua!
Pero estas sombras (volviendo al tema) son diferentes a otras, estas revolotean, giran sobre un eje, en el cual yo soy el centro y me mareo. Si, me mareo, porque se ríen, porque hablan, porque intentan asustarme, porque me dan palmadas y me dicen: “Bu.”.
Yo puedo verlas, a los ojos, a esos ojos negros, completamente negros. (Aclaración: acá no serviría el chiste boludo de “se te parece en lo blanco de los ojos”, porque cuando digo completamente negros, quiero decir que hasta esa parte es negra.)
Comprendo entonces, que giran cada vez con más velocidad, como una fuerza centrífuga. ¿Será que le hicieron caso a mis gritos?
¡Fuera…! ¡Fuera…!
¡Váyanse!
¡DEJENME SOLO!
¡ADIEU!
Siento que estas giratorias sombras me rasgan la panza. Algo se desprende de mi, pero cuidado, no estoy diciendo que estoy sangrando, ni que perdí una parte de mi, o que ahora soy un persona con un anexo en otro sitio (como los lugares que no se tenían mucha fe y de pronto crecieron tanto que deberían comprar mas propiedades).
Simplemente estoy contándoles que siento un vago parecer de rasgada de panza. Arañazo, algo se fugó, escapó. ¿Será acaso que estoy en ese momento en el cual llamo ciega alegría y vinieron las sombras, que aparentaban amenazantes, a ser paladines de la justicia?
Quizás ahora sea un nuevo ser, nuevamente, en el mismo ser que siempre fui.
Lo importante es que pasé una tormenta. No necesite paraguas, ni pilotin, ni caminar debajo de los techos, esquivando a la gente que usa los techos teniendo también paraguas. Ahora estoy nuevo, y las sombras (ya calmadas, un poco menos movedizas) sienten alguna especie de tranquilidad, de relax. Siempre cumplen su misión.
Sombras vagas, pajeras, haraganas.

1 comentario:

Pluma Roja dijo...

Sin sombras no buscaríamos la luz. A veces son necesarias para hacernos recapacitar.

buen texto.

Saludos.