La galería de Facu-z en Flickr.
domingo, 26 de agosto de 2012
sábado, 25 de agosto de 2012
Sintonía repetida
Que trucha era la sintonía, la tuya, y de nadie mas, que
truchada. Recuerdo entonces mi idiotez. Mi momento de pelotuda acción, de
insensata frustración, pero merecida. Porque debe ser un poco así, siempre,
cuando una cosa no sale, por mas pelotuda que sea, se siente la negación de
dios (si existiera), su contra, la expresión al cielo que dice “ni siquiera esta me das” y quién sabe
cuantas otras expresiones de incansable frustración mas.
Pero no me quiero desviar del tema, el tiempo que me terminé
apartando de encima, de mi ropa, de mi contextura, de mi cada vez más
interesada necesidad de escuchar tu sintonía. Esa que me endulzaba los oídos, y
caía como un beso de madrugada cuando dormís y te le asaltan de amor.
¿Y ahora?
Digamos que me encantaría tener ganas y tener con quien
salir esta noche, la lluvia me motiva a moverme en la ciudad como pez en el
agua, pero al estar en ese estado raro de soledad introspectiva, no quiero
forzar a despejar mi mente de lo que quizás aún no comprenda que debo pensar.
Entonces mis cañones vuelven a apuntar a tu sintonía, la que
vos sabes que sonaba perfecta, como un relojito, como los besos que dabas, como
tu extraña forma de hacerme entender lo que iba a ser para siempre mientras
dure, mientras seamos eternos, mientras no pensemos en el pasado ni en el
futuro, porque la eternidad es eso, es no tener conciencia de lo que fue y
será, y perder el tiempo que transcurre como si fuera una máquina continua que,
al parecer, cada vez avanza más y más rápido.
¿Qué me queda del fin de esa eternidad? La sintonía (¿la
escuchan?).
La que silbo todos los días mientras contemplo los cielos de
cemento que suelo observar
detenidamente, desde el suelo, desde mi cama, desde mi silla, desde mi alma. Y
la risa que se me dibuja es el justo momento de esas notas perfectamente
cálidas y bien ubicadas en el momento
que termina la introducción y ya estamos en ese estado de no tener nervios de
vernos y pensar que todo va a ser eterno. Entonces ahí destruyo el CD a
sopapos.
domingo, 12 de agosto de 2012
Escapar
Con razón sabías tanto de distancias, si sólo sabés escapar,
de noche, de día, de pura y puta maldad.
Y los ojos que miraban tu tempestad son (todavía) los míos,
ajenos a esas pequeñas cosas que nos debemos y nunca dejaremos de debernos,
ahora, hasta (¿Quién dirá cuándo?), desde (ojalá supiera cuando).
Fue todo tierno como un beso, la cagada es que nos olvidamos
los labios. Escapaste, escapé.
Me perdí, me perdí, por suerte me perdí.
Cuando encuentre la dirección de donde puedo volver, quizás
vuelva…
Desarmar
En esos sueños sueltos
de impesada realidad,
alguna vez quisiste
desarmarte, amarte en paz.
En los truenos
de las tormentas negras,
en las viejas velas de la meditación,
en el lapso que hay entre el abismo
y soltarse
pensar, pensar en la paz.
En tu boca
que recordás nueva.
En tu boca,
que siento estallar
entre mil y ningún beso,
entre esos que daban paz.
Desarmarte para amarte mas.
En los miedos
que daban placer pasar,
en la pena que daba el amor sin amar,
en tu cuerpo de fuerza animal,
esos labios del misterio.
Desarmarte y esperar.
jueves, 9 de agosto de 2012
Quiero que veas mi nueva piel
Me muevo lento. Quiebro un poco el aire. (Algunas caras se
van a enojar)
Salgo al sol, veo nuestros huesos cubriéndose con pieles
nuevas. Me veo asesinar a mi viejo cuerpo, habitado por la sequedad y sin
brillo. Yo me termino acostumbrando (siempre).
La niebla espectacular dando el paso al misterio. Misterio y
callar. Misterio y esperar. El hombre de verde se detiene delante mio, acomoda
su boina y se queda inmóvil. Una señal… una señal y algo hará.
No quiero más, la falta de mi abrigo. Hace mucho frío y
corta la poca piel que tengo (es un proceso lento). Una canción, si me acuerdo
de ella. Un corazón se asfixia entre melodías dulces, cálidas.
Ves mi situación sólo vos.
El hombre de verde me dió la espalda. Agachó la cabeza y su boina
descansó. Resignación de tanto esperar. No me anesteció, no tuvo nadie a quién
obedecer y se perdió (algunos sólo hacen cosas por encargo). Ya está el
caparazón. Ya está el cielo. Ya está la mutación.
Quiero que vos veas mi nueva piel.
Sombras
Quisiera que se vayan.
Quisiera que se alejen.
¡Fuera…! ¡Fuera…!
Quiero que se vayan estas sombras. Quiero que dejen de
manchar la luz del sol que pudiera rodearme. Que un viento sople fuerte y se
vayan.
En algún otro tiempo quizás sean bienvenidas, porque a veces
limpian algún que otro momento de absurda alegría, o ciega alegría.
Porque un poco es así, estas tan enceguecido con alguna
historia, alguna tonta ilusión de tarde primaveral que te tiene nublado de
vista y te hace sentir rayos, destellos, chispas en el corazón, en el alma,
vaya uno a saber dónde mas, juajuajuajua!
Pero eso es en otro momento, no en este particularmente, donde
el negro pesa como un escombro de tormenta, o como un circulo oscuro en una
hoja blanca, quizás como los ojos de alguien que va a trabajar sin dormir las
ocho horas que, supone, deben dormirse para tener un sueño reparador. Ridículo,
porque es una tontería pensar que de veinticuatro horas que tiene un día, podes
dedicarle ocho a dormir, en esta vida moderna, llena de complicaciones.
Llena de complicaciones, como estas sombras que no me dejan
respirar, que me dan palmadas y me susurran al oído: “estamos acá, estamos acá…”.
¡Fuera…!
¡Váyanse!
¡DEJENME SOLO!
No crezcan en nubes de tormentas, cargadas de electricidad y
temporal, no sean vientos violadores ni ladrones fugaces, por favor, no sean
así. Cuesta mucho reconstruirse. Joden mucho las catástrofes naturales, como también
naturalmente nos pasa a nosotros.
Pero viste, cada vez aprendés más, y logras reconstruirte
más rápido, o será que duelen menos las heridas a medida que vas creciendo. ¿Se
curte la piel?
La mía la tiene clara, que ironía entre tanta sombra oscura,
juajuajuajua!
Pero estas sombras (volviendo al tema) son diferentes a
otras, estas revolotean, giran sobre un eje, en el cual yo soy el centro y me
mareo. Si, me mareo, porque se ríen, porque hablan, porque intentan asustarme, porque
me dan palmadas y me dicen: “Bu.”.
Yo puedo verlas, a los ojos, a esos ojos negros,
completamente negros. (Aclaración: acá no serviría el chiste boludo de “se te
parece en lo blanco de los ojos”, porque cuando digo completamente negros,
quiero decir que hasta esa parte es negra.)
Comprendo entonces, que giran cada vez con más velocidad,
como una fuerza centrífuga. ¿Será que le hicieron caso a mis gritos?
¡Fuera…! ¡Fuera…!
¡Váyanse!
¡DEJENME SOLO!
¡ADIEU!
Siento que estas giratorias sombras me rasgan la panza. Algo
se desprende de mi, pero cuidado, no estoy diciendo que estoy sangrando, ni que
perdí una parte de mi, o que ahora soy un persona con un anexo en otro sitio
(como los lugares que no se tenían mucha fe y de pronto crecieron tanto que deberían
comprar mas propiedades).
Simplemente estoy contándoles que siento un vago parecer de
rasgada de panza. Arañazo, algo se fugó, escapó. ¿Será acaso que estoy en ese
momento en el cual llamo ciega alegría y vinieron las sombras, que aparentaban
amenazantes, a ser paladines de la justicia?
Quizás ahora sea un nuevo ser, nuevamente, en el mismo ser
que siempre fui.
Lo importante es que pasé una tormenta. No necesite
paraguas, ni pilotin, ni caminar debajo de los techos, esquivando a la gente
que usa los techos teniendo también paraguas. Ahora estoy nuevo, y las sombras
(ya calmadas, un poco menos movedizas) sienten alguna especie de tranquilidad,
de relax. Siempre cumplen su misión.
Sombras vagas, pajeras, haraganas.
viernes, 3 de agosto de 2012
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