domingo, 25 de septiembre de 2011

Los Poderes Curativos (del arte)



Los Poderes Curativos (del arte)
Acrílico. 70 x 150 cm.

martes, 20 de septiembre de 2011

La mujer del desvelo

Visiones ví, viéndose entre ellas y ellas conmigo.
El general sólo miraba en silencio, tras el velo a las visiones que sin palabras hablaban sin velos. No me generaba temor su tenebrosa cara pintada, detrás del velo gris que cubría su rostro.
Finalmente (¡al fin!) dijo sin mover los labios que la culpa era de la mujer. “Esa mujer “, dijo misterioso, expectante, amenazante, con controlada violencia mansa. Aquélla mujer que practica piano con mis brazos, cuando extendidos están mientras concilio el sueño.
Primero, con un toque, como si probara el peso de la tecla, hundió mi piel con su dedo no visible. Desperté.
Luego lo mismo, pero en otra octava. Desperté.
Más tarde su respiración cercana, su aroma, su aliento y con mis ojos cerrados pude ver su sonrisa, mientras ella sentía mi olor a madera nueva. Al poco tiempo, se hacían más largas sus presiones. Despertaba.
Finalmente llegó el golpe, producto de su impaciencia de principiante. Desperté, claro está.
Moría de ganas de ayudarla. Pero no podía. Me parecía desleal, pues si ella quisiera tener otro piano notaría que su supuesto talento solo se debe a la cooperación de un instrumento y no a su buena percepción auditiva-musical.
Hay que ser hijo de puta para desilusionarla así, dejándola en ridículo delante del posible nuevo piano. Pero también hay que ser más hijo de puta todavía para no darse cuenta de lo hermosa que es esa mujer y entonces así querer provocar siempre su alegría. Solo un merecedor de las llamas más oscuras y vivaces podría ser capaz de no cooperar con su felicidad.
Al fin, entre tanto despertar y tocar, una escala en mi brazo. Perfecta, con la velocidad justa para que se sienta cada uno de sus pequeños dedos sobre mi brazo. Me alegré. El general (que para entonces solo queda decir que se dedicaba a caminar en círculos, por eso lo omití del relato) mirándome a los ojos, desde sus ojos escondidos tras el velo, volvió a decirme que esa mujer era la culpable, la culpable de mis desvelos.
Ya veo, que cada vez que despierto es porque ella práctica. Lo sé, porque siento sus pequeños dedos empujándome. Porque abro los ojos y siento la voz del general diciéndome “la mujer que te despierta”. Sé que es ella, no se trata de un fantasma, ni de un espíritu, es ella. Si el general me dice que es la mujer que me desvela, me agrada pensar que es mi amor. Que perdí. Pero en una de esas visiones de intrasueños me tuvo tirado en mis sillones, apoyando mi cabeza a su lado. Es ella, que de pronto dejo de prestar atención a la conversación que se daba en mi casa para acercar su cara a la mia, y darme un beso, al cual yo respondí mientras ella se alejaba, e hice que vuelva a darme otro, y yo encima otro, provocando que me coma la boca de la forma más real que pudiera haber soñado. Es ella, como dijo el general tras el velo, la mujer que me desvela, que me despierta. Debe ser una conexión.
Desperté.

domingo, 18 de septiembre de 2011

Mirando el Mar


Mirando el Mar
Acrílico. 100 x 100 Cm

jueves, 15 de septiembre de 2011

Personaje zonzo

¡Enjuiciando buitres!
¡Desenmascarando caras!
(Caras que dan miedo...)
¡Explosión siniestra!
después de una guachada...
Princesa sin cuento de hadas,
y ojos falsos detras de una madera.

Se fue yendo el tiempo
y los arreglos finos...
¡Sin disimulo!
¡Máscara que da pena!
Bañarse en perfumes caros
no tapa olor a mierda...
(¡Me está asfixiando!)

Caras con pocos gestos
para no quebrarse...
¡Importancia alta!
Si hacés algo, que se note un poco...
¡Salúd! ¡Buen día!
Es sólo apariencia...
(con mañas de codicia).

lunes, 12 de septiembre de 2011

Escribiendo su carta tardía

Su cosmogonía lo obligaba. Le apretaba fuertemente el recuerdo y la memoria. Le tocaba la historia de su ser, e hizo entender ese hecho como una obligación.
Entonces él, se sentó y escribió:

"Pasado un tiempo desde tu partida, y tu olvido, las necesidades de expresar ideas reflexionadas en este último tramo de mi vida se hacen extremadamente pesadas y necesarias, como bien dije antes.
Empezando por la obviedad de decir que sos hermosa , (obviedad que descubrí desde el primer instante, ese momento justo que te posaste en el lugar indicado para que te descubra) y que no te puedo sacar ni un segundo de todos mis minutos existenciales.
Al parecer, yo no estaba preparado para tales sentimientos, casi inefables, no estaba en mis planes la idea de tener un corazón arrítmico en el acelero continuo que provocaba el verte pasar, cada vez que pasabas cerca de mi inmóvil presencia observadora. Llenaste de bríos mi inspiración. Alejaste mi tranquilidad que tanto costo conseguir, no sólo la alejaste, sino que cambiaste esa extraña estabilidad (que empezaba a tornarse vulgar), por el enternecedor y nervioso desequilibrio que me provocaba el cruzarte, verte, hablarte. Ahí estabas vos, y otra vez yo caía en offside.
Entiendo el desinterés tuyo al ver a esta inexpresable persona que descubrí en mi, gracias a vos. Siempre entendí que no tengo por qué interesarle a alguien que a mi si me interesa, el mundo no se maneja como un “canje”, sería muy penoso que así lo fuera. Me gané tu olvido.
Y lo hice yo solo.
Lejos de felicitarme por mi logro, y lejos de pretender lo que no ésta destinado a pasar, envío esta carta, que espero llegue a tus manos, ya que su único fin no es ninguno mas que decirte esa obviedad inicial: sos hermosa.
Te cambio un segundo de ese olvido, sin consultarte, por estas palabras que espero, sean bien recibidas y comprendidas."

Luego de firmar, envío la carta, esperando que llegue a destino. Pero sin esperar una respuesta.

sábado, 10 de septiembre de 2011

Plan Frustrado

No hay nada detrás del muro,
solo unos cuantos chistes malos.
Infantiles gracias, en cuerpos grandes.

Me fuí poniendo serio,
(no es por avejentarme...)
¡Están metiendo mano!
¡están cuchicheando!

Oídos sordos, bajo el volumen.
Ojos ciegos atraviesan todo.
Indirecta busca directamente
y después esconde apuros.

Están buscando excusas,
y premios sin triunfos,
ante palabras mayores,
mienten en voz alta.

martes, 6 de septiembre de 2011

El sordo que llora por deporte

Quizás llora por que es sordo. No por el hecho de no escuchar nada, sino por el hecho de no poder escuchar lo triste y sufriente que es su llanto.
Es casi un disparo impune a plena luz del día, un espantajo febril que remedia su dolor con más dolor, es decir, que para olvidar el presente se crea uno futuro, y cuando ese futuro pasa a ser presente, recuerda el pasado y asi, una cadena desdichada y digna de un cachetazo para la reacción y salvación o simplemente para el olvido.
Pero, no vamos a hablar de su sordera, ni de su llanto, vamos a hablar del motivo de su llanto, que más que llanto ya es deporte, y si lo comparamos con algun deporte sería de alta competencia, esta mas preparado para llorar que para amar u odiar.
Entonces, la capacidad que tiene su ser para crear ese llanto realmente es empalagosa comparándola con alguna persona extremadamente dulce.
Una vez, supo conocer a alguien así, empalagosa, ¿por dulzura? mmm... No.
Era empalagosa en simpatía, se podría decir que era carismática esa persona, a tal punto que su sola presencia provocaba las miradas atónitas de los espectadores casuales que estaban en el momento justo donde se generaba su presencia.
Percatado que su constante e ininterrumpido lagrimeo no generaba el mismo foco de atención que cuando la empalagosa persona hacía su inesperada y casi espectacular presentación, volvía, entre lágrimas, a su casa buscando alguna solución a dicho problema. Lloró y lloró. Su húmedo cerebro no daba respuesta alguna al problema del foco de atención simpatía/pena, claro tan sumergido en el papel de víctima de algún feliz victimario, no dejaba proponer deslizadas ilusiones más que la de aumentar el dolor espiritual para ver si atraía más guardaespaldas y consejeros baratos, mezclados con falsas caricias e insensibles miradas tristes para hacerle creer que no estaba solo.
¡Olvidate de tus cimientos!. El problema está en la estructura, olvidate de tus cimientos y... ¡Crecé más de lo permitido! - dijo el feliz carismático-, de pasada al verlo llorar.
Todos rieron. El sordo no entendió.

domingo, 4 de septiembre de 2011

Protagonista


Se pasa el tiempo en estos meditabundos episodios. Sórdidos entre otras tantas cosas, cosas negativas, y poco diferentes a las alocadas inyecciones de una mentirosa amistad. Pero este protagonista, cansado de ser el hueco de la oscuridad misteriosa que acentúa estos episodios, sórdidos, entre otras cosas, como bien dije antes, se vistió de lujo barrial, es decir, nada elegante para salir a ese mundo que se le hacía esquivo, o al menos él creía de esa forma.
Las luces del sol, rayos se podría decir, que son como luces que llegan como flechas de algún ángel molesto y tormentoso, nada blanco de ropas, más bien demoníaco y cruel, hizo ver la diferencia entre la luz artificial y la luz convulsionada de la naturaleza que solo siente tanta energía en el exterior de su propio ser.
Leyendo el cuento eterno de su profunda mediocridad, él se desvirtúa en esos pequeños lapsos de personas que olvidan cientos de cosas o momentos triunfalistas, para sumergirse en los pocos conceptos de la desmaterialización de la alegría como único dominio del alma.
Más tarde hubo un encuentro.
¿Cómo te llamas?
- Me llamo Bárbara y no tengo nada de espectacular.
Yo me llamo “el protagonista” para estos lectores y no sé qué mierda hago acá.
- Estas acá para que yo me de cuenta que no estoy tan mal, porque no hay nada peor que no saber para que carajo estoy. Mi baja autoestima es otra cosa, es otra historia.
Wow! Hice algo bien, entonces, te mostré algo bueno en vos. Me tengo que ir Bárbara.
Luego del beso de despedida, el protagonista, caminó dos, tres pasos sin pensar en nada, al cuarto pensó: loca de mierda.