lunes, 28 de febrero de 2011

Luz que Encanta

Todo el lugar, siempre adornás,
queriendo sin querer darte cuenta.
Imposible es saber qué mirás,
cuando cerrás los ojos.

Desde algún lugar, te cae luz
e ilumina tus silencios.
Con ternura y simplezas
vas a todos atraer.

Y no hay vueltas para dar,
¡vas a todos encantar!

jueves, 24 de febrero de 2011

Fuera de Casa (Parte 3)

LV – NDF

El mismo día que All Boys visitaba a Velez en Liniers, las nubes habían sido empujadas por los fuertes vientos del océano y, empezaba a mostrarle a los visitantes (en número creciente) algunos claros en el cielo.

Yo me despertaba al mediodía, me pegaba una ducha y, ponía en mi vieja mochila el libro de Soriano, mi cuadernito “prestado” del laburo (en el cual estoy escribiendo ahora), yerba, mi campera de San Lorenzo y, mi cámara de fotos Canon A-1, y me dirigía a la recepción del hotel a dejar la llave de la habitación 103, y ahí fue donde me la encontré.

Luego de bajar las escaleras una señora sonriente me saluda al pasar, saludo al cual yo respondo con una sonrisa. Ella se da vuelta y me pregunta: “¿Te acordás?”, le respondo que no (mentía). “Del micro”, dice y, si, era la señora de los fúnebres.

Yo me quería hacer el sota, porque no me gustaba la forma en que me miraba con esa media sonrisa, de reojo.

Ella se fue a jugar a algún juego de mesa con otras dos mujeres menos sombrías. Yo me quede pensando en que si en el micro de vuelta ella (por alguna cosa del destino) se sentaba nuevamente al lado mío sería algo terrible, tendría que hablar con ella o, mejorar mi actuación de dormido.

Yo me fui a la plaza. Seguí leyendo el libro de Soriano y saque algunas fotos, las últimas que me quedaban del rollo.

En la plaza había un lindo escenario para un circo, con gradas hechas con tablones de madera sostenidos por troncos de árboles. Me llamó la atención que en el cartel se anunciaba el show a las 22.00 horas y, recordé que la primera noche de mi visita a este lugar se había cortado la luz, los otros dos llovió, por lo que supongo la frustración de los acróbatas.

En la plaza esta vez no estaba yo solo, también había una pareja de mochileros, muy enamorados entre sí, se sacaban fotos juntos, abrazados, besándose y, también solos, cada vez que é o ella se iban a la terminal, a buscar agua o al baño, supongo.

Luego de pasar por la playa, cuando el sol dejaba de golpear fuerte, volví al hotel a cenar una picada excelente, pero antes no voy a saltearme una parte, claro que su humilde, protagonista y narrador tuvo tiempo de distraerse en la playa mirando un grupo de amigas, muy bonitas (esto lo aclaro, nomás, porque se me ocurre pensar que si alguien alguna vez quiere hacer una filmación de estos textos, podrían ser una buena publicidad, ¿no?).

A la noche después de cenar tuve un sueño donde me encontraba con un grupo de amigos y, la pasábamos bien, divirtiéndonos , pero, sin saber porque a las cuatro y algo de la mañana me desperté.

Tuve una sensación extraña, rara, me sentía perdido.

Me volví a despertar a las nueve y cuarto de la mañana. Me duché y preparé mi mochila para ir a tomar unos amargos a la playa. Era todo extraño, no sé porque, me sentí muy observado. Me incomodé. Traté de no prestar atención. Leí en la tapa de un diario que All Boys había dado la sorpresa ganándole a Velez dos a uno en Liniers.

Apareció nuevamente el grupo de chicas lindas, pero, se ubicaron lejos de donde estaba yo. En el mar se dejó ver un arcoíris gigante, entre unas grises nubes del horizonte. Otra lluvia, pensé.

Y, no sólo fue una lluvia, fue una fuerte tormenta, era como si el mar alejaba, repudiaba a los visitantes, los asustó, los alejó de sus orillas, en cinco minutos la playa estaba desierta.

Yo volví al hotel, el chico que se parecía a Soujiro Seta me dio la llave de mi cuarto. Preparé mi bolso, fui a cenar una pizza. En el bar, un viejo con pinta a plata me dijo: “bien, bien cuervito, ¿mañana ganamos?”.

Le respondí que era un partido difícil, pero que yo creía que sí. San Lorenzo visitaba a un complicado Godoy Cruz, en Mendoza.

De pronto, por la calle, se me acerca la señora de los fúnebres, yo cansado de tenerle esa sensación extraña y temerosa, le respondo el saludo firmemente, y ella me pregunta el día que yo regresaba a Buenos Aires. No coincidíamos.

Ella volvía un distinto al mío, me tranquilicé y, me hizo reír con un comentario: “ojalá que no te toque el hombre de atrás, que se hablaba todo”.

Después de una cerveza de despedida, me fui a dormir para tomar el micro que me devuelva a casa. Por temor a perderlo, llegué tempranísimo. En la pequeña terminal me senté a esperar en el banco que me ofreció un perro a cambio de caricias.

Un cambio justo.

No les recomiendo escuchar el tema “Candombito” de Kevin Johansen justo cuando el micro entra a Buenos Aires (o de donde sean), es una patada al alma.

lunes, 21 de febrero de 2011

Fuera de Casa (Parte 2)

Vitu - Niko - Benja (y Tomi)

Para alguien que sucesivamente levanta la voz siempre, es extraño no escucharse hablar por tres días.
El día está nublado y yo, podría acompañar todo el tiempo al mar que parece olvidado por las personas, las pocas personas que le caminan cerca, como ignorándolo, vestidos como si fueran por la calle principal.
No vinieron los pibes que jugaban al rugby, ni la banda de Chacarita, ni el grupo de pibas que cuidaban a tres niños, ni Tomi, el chico más educado del mundo (cada vez que me veía me saludaba), el único conocido para mí de las pocas personas que hay es Carlitos Tevez, claro que no el del Manchester City, sino que se trata de un Tevez de unos cinco años, blanco y pelo lacio, también, se hizo presente la banda de ancianos liderada por un cada vez más efusivo Leslie Nilsen.
Las densas nubes negras desembocan finalmente en una llovizna, que se hizo lluvia rápidamente (aunque tormentos para algunos).
Tuve que abandonar el mar.
Volví a mi habitación, despacio, caminando lentamente, no me jode la lluvia como a los demás, que huían velozmente.
Fuí a comer al lugar de comidas rápidas, que era atendido por dos pibes bastante bobos, perdón, pero es que no me cayeron bien, porque no sólo eran medio giles sino que, se creían con mucha "onda".
Antes de ír a almorzar, en la tele había visto imágenes de Capital, creo que era la esquina del Congreso (el cruce de las Avenidas Callao y Rivadavia) y, me dió una sensación a la que podría llamar nostalgia.
Esa sensación la tuve un rato largo y al salir de la casa de comidas rápidas me fuí a la plaza (aprovechando que la lluvia había perdonado un poco a los visitantes) y, sentado a la sombra de Ceferino, escribí sueltamente lo siguiente:

Solo, en un lugar desconocido
¿Qué más puedo hacer que pensarte?
No extraño el lugar pero,
extraño tu forma de aparecerte en mis ojos.
Parecen sencillos los planes pensados,
pero no, si los ven de este lado.
Creo saber llevarlos a cabo
pero, no saber iniciarlos.
Un poco de coraje y, otro poco de suerte
¡es tenerse fe ciega siempre!
Odio morir, mordiendo el polvo,
sin antes haber movido mis piezas.
En este lugar, los viejos,
me tratan como un grande.

Luego de esto, continué leyendo el libro de Soriano que había conseguido.
Otra vez leía, entre las bicicletas de los tres niños que iban a la plaza todas las tardes hasta que, veo caminando hacía mi dirección una cara conocida, un amigo de un laburo anterior.
Yo pensé que me lo traía la nostalgia de ver Buenos Aires por la tele, quizás para que al saludarlo y preguntarle ¿Qué hacés acá?, pudiera recordar el sonido de mi propia voz.
Fue una conversación corta, breve, él acababa de llegar y estaba con más gente.
Seguí leyendo hasta que la lluvia volvió a hacerse presente y fuerte.

viernes, 18 de febrero de 2011

Fuera de Casa (Parte 1)

No hay Amor

El número trece. Asiento número trece (¡La puta!) y, al lado mío, en el catorce, una señora con expresión de constante enojo, que de todo el diario (Clarin) lo primero que leía era la hoja de los avisos fúnebres. ¡Que alentador!
La terminal es como un estadio de futbol, (mientras la chica rolinga baja del micro con su campera de Racing, seguida por el hombre que me hizo acordar de Clint Eastwood). Bueno, decía mientras bajaban, que la terminal es como un estadio, hay multitudes que se abrazan, lloran, pelean, discuten, se besan, se impacientan si el gol, perdón, el micro tarda en llegar, hay una voz que anuncia entradas y salidas y, muchas veces esa voz se pierde y, no se la entiende.
Ya en el micro, saliendo de Retiro, el chofer se anuncia por los parlantes, cosa que no me esperaba, primero, porque pensé que eso sólo pasaba en los aviones y, segundo, porque el micro se caía a pedazos.
La gente se rió (y me incluyo) cuando el hombre que iba a estar al volante dió las indicaciones del uso del baño, aclarando que solo se podía hacer "cosa líquida".
Yo iba del lado de la ventana, con el sol en la cara, hasta que la señora de los fúnebres me pidió si podía cerrar un poco la cortina, lo cuál hice.
Me puse mis aurículares y me dormí. Al minuto, me desperté, Bah! me despertó la señora aprovechando mi sueño para cerrar del todo la cortina, luego dos veces más pero, esta vez el causante de mi despertar fuí yo mismo, porque me asusté con dos ronquidos propios e inesperados.
Para no pasar mas papelones, me saqué, los aurículares y, la señora me dice: "mejor dejátelos, porque el de atrás no se calla más, mejor escuchar música".
Y era cierto, el hombre de atrás hablaba todo, sabía todo, pensaba todo, solucionaba todo, ¡Dios!, Que mal que empezó el viaje.
Me hice el dormido para que la señora de los fúnebres no me hable, digo hice, porque dormir no se podía, la señora tenía razón, el de atrás era insoportable explicando los secretos de la vida.
La única persona que me cayó bien en todo el viaje fue alguien que vi cinco minutos antes de que se bajara en "Las Toninas", Clint Eastwood.
Parecido no tenía, pero era un viejo canchero, peinado para atrás con unos anteojos negros de sol y, una lata de cerveza. Llegué.
Baje del micro, algunas viejas se me colaron cuando iba a buscar mi bolso.
No había nadie en las calles.

Lo único que hago desde mi llegada es escribir y, leer, conseguí un libro que en Buenos Aires no había visto en el Parque Rivadavia, "Artistas, Locos y Criminales" de Osvaldo Soriano. Así que valió la pena el venir. Perdón las faltas de ortografía y demás errores, es una pc muy incomoda esta.

domingo, 13 de febrero de 2011

Dormida, dormida.

Dormida, dormida...
¿Cómo dormís?

- Acostada...

¿De qué lado?
¿De qué forma?
¿En qué pensás cuando dormís?
¿Por quién late el sueño de tu descanso?
¿Qué esperás del nuevo día?
¿Pensás en el mañana?
¿Olvidas el hoy?
¿Creés que pronto va a ser un pasado olvidable, sin importancia?
¿Creés que será carente de vejez pero sobre todo de juventud?

Inigualables sentidos se entrelazan en los sueños, en las sudestadas de los latidos del corazón, en las imaginaciones de las vivencias por vivir, en las creencias de las cosas descreídas, en las personas sin personalidades comunes ni desarrolladas, en las personas con personalidades malvadas, bondadosas y desequilibrantes.
Cuando uno duerme evoca al más allá, a las energías jamás antes sentidas, en otro sueño taciturno, en alguna noche oscura de ramas y viejas estrellas brillantes como guiños del cielo a la tierra, el espacio conjugado en un solo lugar, un brillo eterno y fugaz que no se comprara con el placer de la luz que liberan tus ojos, que sueñan, sueñan, sueñan.

martes, 8 de febrero de 2011

Ojos de la Madrugada

No estoy dormido,
pero ya empiezo a soñar,
abro los ojos y, sigo escuchando.

Un par de ojos,
me miran soñando.
Son tan tiernos, que son eternos.

Me pierdo en las luces,
que disfrazan el tiempo
(naturalmente invencible.)

Carita de susto, ladrido sensible.
Si algo extraño, cuando es muy tarde,
es ver que me ves...

viernes, 4 de febrero de 2011

Ningún plan es perfecto

Yo no sé cómo serán las formas,
avanzo lento, a los tumbos, sin mirar.
Los que me celebran me ven distorsionado,
no enganchan la señal de mi interior.

Todo plan se desmorona en un segundo
y, hacer memoria no sirve en el amor.

No sabía que pasó tanto tiempo,
cuando me dí cuenta, era mucho más.
Nos decíamos mentiras a escondidas,
fué lo más cierto de toda esta verdad.

Cuando escucho ya no me da calores
y, cuando hablo me suelo impacientar.

Un buen fracaso desemboca siempre en notas,
enseñanzas del camino para triunfar.
Nunca fuí campeón de mis impulsos,
aunque cada tanto me suelo empatar