martes, 20 de septiembre de 2011

La mujer del desvelo

Visiones ví, viéndose entre ellas y ellas conmigo.
El general sólo miraba en silencio, tras el velo a las visiones que sin palabras hablaban sin velos. No me generaba temor su tenebrosa cara pintada, detrás del velo gris que cubría su rostro.
Finalmente (¡al fin!) dijo sin mover los labios que la culpa era de la mujer. “Esa mujer “, dijo misterioso, expectante, amenazante, con controlada violencia mansa. Aquélla mujer que practica piano con mis brazos, cuando extendidos están mientras concilio el sueño.
Primero, con un toque, como si probara el peso de la tecla, hundió mi piel con su dedo no visible. Desperté.
Luego lo mismo, pero en otra octava. Desperté.
Más tarde su respiración cercana, su aroma, su aliento y con mis ojos cerrados pude ver su sonrisa, mientras ella sentía mi olor a madera nueva. Al poco tiempo, se hacían más largas sus presiones. Despertaba.
Finalmente llegó el golpe, producto de su impaciencia de principiante. Desperté, claro está.
Moría de ganas de ayudarla. Pero no podía. Me parecía desleal, pues si ella quisiera tener otro piano notaría que su supuesto talento solo se debe a la cooperación de un instrumento y no a su buena percepción auditiva-musical.
Hay que ser hijo de puta para desilusionarla así, dejándola en ridículo delante del posible nuevo piano. Pero también hay que ser más hijo de puta todavía para no darse cuenta de lo hermosa que es esa mujer y entonces así querer provocar siempre su alegría. Solo un merecedor de las llamas más oscuras y vivaces podría ser capaz de no cooperar con su felicidad.
Al fin, entre tanto despertar y tocar, una escala en mi brazo. Perfecta, con la velocidad justa para que se sienta cada uno de sus pequeños dedos sobre mi brazo. Me alegré. El general (que para entonces solo queda decir que se dedicaba a caminar en círculos, por eso lo omití del relato) mirándome a los ojos, desde sus ojos escondidos tras el velo, volvió a decirme que esa mujer era la culpable, la culpable de mis desvelos.
Ya veo, que cada vez que despierto es porque ella práctica. Lo sé, porque siento sus pequeños dedos empujándome. Porque abro los ojos y siento la voz del general diciéndome “la mujer que te despierta”. Sé que es ella, no se trata de un fantasma, ni de un espíritu, es ella. Si el general me dice que es la mujer que me desvela, me agrada pensar que es mi amor. Que perdí. Pero en una de esas visiones de intrasueños me tuvo tirado en mis sillones, apoyando mi cabeza a su lado. Es ella, que de pronto dejo de prestar atención a la conversación que se daba en mi casa para acercar su cara a la mia, y darme un beso, al cual yo respondí mientras ella se alejaba, e hice que vuelva a darme otro, y yo encima otro, provocando que me coma la boca de la forma más real que pudiera haber soñado. Es ella, como dijo el general tras el velo, la mujer que me desvela, que me despierta. Debe ser una conexión.
Desperté.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

me gusta cuando escribes ...
y la mujer de tu relato , tremendos ojos tendrá !
Un beso Facuz
soy Gitana

MAGAH dijo...

NO TE DESPIERTES!!!!! Quiero seguir vièndote en los sueños! Hermoso!
Dulce! De color del dìa!
No dejes de provocar mi alegrìa!!!!!

TORO SALVAJE dijo...

A veces vivimos más dormidos que despiertos.

Saludos.

Natalia Astuácas dijo...

Desvelarse por una mujer, ese es mi desvelo.
Y ya veo que el tuyo también.
Un abrazo :)
Nos seguimos leyendo.

Espérame en Siberia dijo...

Mira que no cualquiera despierta.

Mucho amor para ti, mi niño.

Anónimo dijo...

qué hermosura