Era el tiempo que pasaba, mientras todo se detenía tranquilamente,
en la triste sensación de fracaso, de vibraciones ligeras y parálisis cardíaca.
Un lapso de dudas y de mareos, de vigilancia propia, de
incontables virtudes desvanecidas. Mi
propio ser fue el ser que no debió nunca intentar ser. Porque esa composición
de emociones no me era familiar, era mucho más artificial en mis agudos
sentidos.
Ese fragmento de vida empezaba como muchos, casi sin querer,
solo por propio capricho del destino, que siempre nos tira al muere y está en
nosotros el morir o ser más audaz y salir ileso.
Vendías ropa. Mi camisa favorita te la compré a vos. Tenía
los colores de mi pasión y era rayada como mi carácter, como mi forma de ser,
como mi temperamento. El tiempo, claro está, la fue gastando, como nuestro amor
nos gastó las carcajadas.
Hoy duerme en un cajón y cada tanto la miro, y me acuerdo del
día que te cruce por la calle y la reconociste. Me dijiste que esa camisa es de
las que vos vendías, yo te dije que te la compré a vos. Me miraste tratando de
hacer memoria en mis ojos, pero no recordabas el momento, solo la camisa.
Yo me acordaba que había entrado al local solo porque te vi
a vos adentro. No tenía ni un poco de ganas de gastar plata en una camisa. Pero
no me pude resistir, tus ojos me tentaban a comprarte algo, y tu escote a
sacarte charla.
Pregunte millones de pelotudeces para hacerme el gracioso y
ver si esbozabas una sonrisa que me diera paso a preguntarte el nombre, o
halagarte. Fuiste buena.
Insistí dos veces en una semana para que me dejes invitarte
a tomar algo, aceptaste y de pronto sin darme cuenta estábamos en el bar, donde
siento que juego de local. Hay que ir a lugares donde te reciben como un amigo,
y te llaman por tu nombre. Eso pienso yo, me da más tranquilidad ver caras
conocidas.
Me hablaste de tu infancia, de tus sueños, de tus amores, de
historias graciosas, de música. Te besé. Me besaste. Caminamos riendo por las
calles de la ciudad. Me hiciste callar cuando descubriste tu cuerpo. Te amé y te
cansé. Me encanta contar esta historia en tiempo pasado-pisado. Al parecer
dejaste de trabajar en el local de ropa. No tengo ganas de comprarme nada, pero
quizás me pegue una vuelta a ver que hay de nuevo.
3 comentarios:
Buenas noches Ficus, hace tiempo que no me pasaba por aquí, siempre es bueno visitar a los amigos.
Muchas veces no nos recuerdan y parecemos hipnotizados con un recuerdo que solo a nosotros nos pertenece. Buen relato.
Saludos.
un relato que bien podría pasar ahora mismo
o repetirse en otra latitud
y es que las personas hacemos conexión indeleble
más si hay un reflejo en sintonía con la propia mirada
buen fin de semana
Historia de una camisa y dos corazones que se olvidaron.
Muy buena.
Saludos.
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